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domingo, 14 de octubre de 2007


Ciencia y Cine: Vuelve Indiana Jones

Con su cuarta entrega y lo hace por donde solía. Nada ha cambiado para este incombustible aventurero cinematográfico. Ahora con su nueva película, Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, que tiene previsto el estreno para el 22 de mayo de 2008.

Llega veintisiete años después de quitarle el Arca de la Alianza a los nazis, En busca del Arca perdida (1981); veinticuatro de buscar niños raptados, Indiana Jones y el Templo maldito (1984); y diecinueve de beberse el agua del Grial, Indiana Jones y la Última Cruzada (1989). Vuelve a sus orígenes el arqueólogo más famoso y lo hace en busca de una misteriosa calavera de cristal ¿Qué se sabe de esta extraña pieza?

La Calavera del Destino

Según el aventurero británico F.A. Mitchell-Hedges, el 1 de enero de 1924, su hija Anna la encontró en las excavaciones que se realizaban en Lubaantun, una ciudad maya del sur de Belice. Justo el mismo día que cumplía 17 años, una curiosa casualidad. La llamó la Calavera del Destino y está formada por dos bloques de cuarzo, cráneo y mandíbula, mide 13,3 cm de alto y tiene una masa de unos 5 kg. Al decir de Mitchell-Hedges, la calavera de cristal de roca tenía al menos 3600 años de antigüedad, procedía de la Atlántida y, en hacerla, se debieron emplear unos 150 años. Tanta tardanza había sido motivada porque fue construida frotando, manualmente con arena, un inmenso bloque de cristal de roca hasta que finalmente quedó el cráneo. Un ingente trabajo para varias generaciones de hombres.

Eso es al menos, lo que contaba este británico que, por cierto, no era ni arqueólogo ni científico. Quizás por eso no decía nada sobre la fuente de esos datos relacionados con su origen, antigüedad y construcción. Un comportamiento poco científico el suyo y una extraña actividad la de los atlantes. De acuerdo con la leyenda, difundida también por el propio Mitchell-Hedges, la calavera era utilizada por el gran sacerdote de los mayas, en la celebración de ritos esotéricos. Con ella invocaba a la muerte que, al parecer, siempre acudía. De modo que venía a ser como la encarnación de todo mal. Una maléfica leyenda, ¿pero qué hay de verdad en toda esta historia?

En busca de la verdad oculta

Para empezar sorprende que, a pesar de ser descubierta por su hija, supuestamente en 1924, él no la mencionara, de pasada y en apenas un reglón de su autobiografía, hasta 1944. Un suspecto descuido. También llama la atención que tanto padre como hija, se hayan negado siempre a ceder la pieza para que fuera examinada en un laboratorio. Una suspecta negativa. Lo que no pudieron impedir es que, a principios de los años 80, se rastrearan los más que suspectos orígenes del cráneo cristalino. Se encontraron detalles sorprendentes.

De entrada, los arqueólogos que sí excavaron en Lubaantun, nunca la han mencionado en sus publicaciones. No aparece en ningún documento, escrito o gráfico, que dicha calavera fuera descubierta allí. Es más, tampoco aparece en ninguno de ellos que Anna, quien supuestamente la encontró, hubiera estado ni un solo día allí ¿Entonces cómo la encontró? Lo que sí descubrieron los investigadores fue un documento de la famosa tienda de subasta Sotheby’s de Londres. En él se acredita que en 1944, F.A Mitchell-Hedges, ¿le suenan el año y el nombre? pagó 400 libras por ella a su propietario, un tal Sydney Burney. Blanca y en vasija. Pero, ¿de dónde la había sacado Burney?

Hay más de una calavera

La Calavera del Destino no es única en su género. En 1898, el Museo Británico adquirió una en Tiffany’s, Nueva York, por 120 libras a un comerciante de antigüedades francés, Eugène Boban, que afirmó procedía de Mesoamérica. Análisis realizados con microscopía electrónica de barrido, encontraron unos surcos regulares que sólo podían ser hechos mediante un pulido mecánico. Nunca de forma manual. También revelaron que el cuarzo de la calavera era de cristal brasileño. Un material nunca encontrado en Mesoamérica y sí en la Alemania del siglo XIX. En 1960, la Institución Smithsoniana adquirió en México otro cráneo, presumiblemente, azteca. Al ser examinado en 1992 se concluyó que había sido fabricado recientemente, y comprado a Boban, sí el marchante de antigüedades francés. Él aseguró haberlo adquirido en... sí, Alemania, como otras tantas.


Lo mismo se puede decir de todas las calaveras que se han podido investigar hasta ahora. Todas fueron adquiridas a Boban en Alemania. Algo olía a podrido, arqueológicamente hablando, en esa Alemania del siglo XIX. En 1959, Mitchell-Hedges moría sin confesar cómo la había obtenido y negándose a que la analizaran científicamente ¿Por qué? Su hija, tres cuartos de lo mismo. Estos estafadores siempre reaccionan de la misma forma, al sentirse acorralados por la verdad. Mercanchifles ganapanes.

Escrito por Carlos Roque Sánchez croque@supercable.es

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