Junto con la inicial e iniciática escena cinematográfica de la mirilla telescópica, aquella en la que pide su martini (agitado, no revuelto) constituye ya todo un clásico bondiano. La primera, en la que un cañón de pistola sigue a un elegante señor de mediana edad que camina sobre un fondo blanco y que, en un repentino escorzo gira y dispara, necesita de poca explicación. La sangre resbala sobre la pantalla y todos sabemos que va a comenzar la acción. La otra, la del combinado alcohólico, quizás necesite de algún apunte científico e incluso sociológico. Vamos pues.
El primer hombre martini
Así, con minúscula de combinado. No con mayúscula de marca. Conviene no confundir. Es lo primero que hay que decir acerca de la bebida de nuestro héroe. Lo que él toma es un martini, es decir, un combinado. Mientras que Martini es una marca de vermouth -un vino reposado en hierbas, especie de kina- como también lo es Cinzano, y otras más, y a lo que mucha gente llama, equivocadamente, un martini.
Ya metido en faenas aclaratorias, decirles que hay muchas clases de martinis: dry, gibson, Manhattan, fashion, etc. El de Bond es seco, no lleva ginebra sino vodka y lo toma sin aceituna; es un vodka martini o vodkatini (vodka, vermouth). Ah, se me olvidaba, el vermouth ha de ser de la selecta marca Lillet.
Como bien se sabe, la escena en la que el agente secreto pide su famoso combinado, se repite en todas las películas de la serie. Por eso es el primer “hombre martini”. El irónico 007 suele salpicar los diálogos de esta escena, con auténticas perlas lingüísticas. Veamos tres. En Nunca Digas Nunca Jamás (1983), un maduro Sean Connery con bisoñé acaba de ser salpicado por la sexy y mortal Barbara Carrera. Imperturbable el agente le espeta: “Pero mi Martini aún está seco”. Y aprovecha para iniciar un flirteo: “ Mi nombre es James”.
Una frase que le suele dar un excelente resultado donjuanesco, salvo en Vive y deja morir (1973) donde encuentra la mejor réplica hasta el momento: “Los nombres son para las lápidas, Mister Bond”. Aplastancia lapidaria, se llama. Creo que es en Otro día para morir donde, al servirle una azafata el consabido martini en plena turbulencia aérea, él le dice: “Por suerte me gusta agitado”. Agitado pero no revuelto ¿Por qué?
Royal Society of London
Nada menos que la más antigua sociedad científica del Reino Unido, y una de las más antiguas de Europa (fue fundada en 1660) decidió, hace unos años, investigar las diferencias entre ambas formas de preparación martinera. La “Royal” es una honorable y prestigiosa institución científica a la que han pertenecido científicos de la talla de R. Boyle, T. Willis, R. Hooke, I. Newton, H. Davy, T. H. Huxley, William Thomson, A. Huxley, W. Crookes, J. J. Thomson, E. Rutherford, y un largo etcétera. Por lo que su dictamen entre agitado y revuelto, tiene un peso intelectual que no se puede dejar de lado.
¿Por qué lo prefería agitado, el más famoso agente al servicio de Su Graciosa Majestad? ¿Cambia acaso su composición? ¿Tiene un sabor diferente preparado así? ¿Existe alguna explicación científica? (Continuará).
Escrito por Carlos Roque Sánchez croque@supercable.es
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Así, con minúscula de combinado. No con mayúscula de marca. Conviene no confundir. Es lo primero que hay que decir acerca de la bebida de nuestro héroe. Lo que él toma es un martini, es decir, un combinado. Mientras que Martini es una marca de vermouth -un vino reposado en hierbas, especie de kina- como también lo es Cinzano, y otras más, y a lo que mucha gente llama, equivocadamente, un martini.
Ya metido en faenas aclaratorias, decirles que hay muchas clases de martinis: dry, gibson, Manhattan, fashion, etc. El de Bond es seco, no lleva ginebra sino vodka y lo toma sin aceituna; es un vodka martini o vodkatini (vodka, vermouth). Ah, se me olvidaba, el vermouth ha de ser de la selecta marca Lillet.
Como bien se sabe, la escena en la que el agente secreto pide su famoso combinado, se repite en todas las películas de la serie. Por eso es el primer “hombre martini”. El irónico 007 suele salpicar los diálogos de esta escena, con auténticas perlas lingüísticas. Veamos tres. En Nunca Digas Nunca Jamás (1983), un maduro Sean Connery con bisoñé acaba de ser salpicado por la sexy y mortal Barbara Carrera. Imperturbable el agente le espeta: “Pero mi Martini aún está seco”. Y aprovecha para iniciar un flirteo: “ Mi nombre es James”.
Una frase que le suele dar un excelente resultado donjuanesco, salvo en Vive y deja morir (1973) donde encuentra la mejor réplica hasta el momento: “Los nombres son para las lápidas, Mister Bond”. Aplastancia lapidaria, se llama. Creo que es en Otro día para morir donde, al servirle una azafata el consabido martini en plena turbulencia aérea, él le dice: “Por suerte me gusta agitado”. Agitado pero no revuelto ¿Por qué?
Nada menos que la más antigua sociedad científica del Reino Unido, y una de las más antiguas de Europa (fue fundada en 1660) decidió, hace unos años, investigar las diferencias entre ambas formas de preparación martinera. La “Royal” es una honorable y prestigiosa institución científica a la que han pertenecido científicos de la talla de R. Boyle, T. Willis, R. Hooke, I. Newton, H. Davy, T. H. Huxley, William Thomson, A. Huxley, W. Crookes, J. J. Thomson, E. Rutherford, y un largo etcétera. Por lo que su dictamen entre agitado y revuelto, tiene un peso intelectual que no se puede dejar de lado.
¿Por qué lo prefería agitado, el más famoso agente al servicio de Su Graciosa Majestad? ¿Cambia acaso su composición? ¿Tiene un sabor diferente preparado así? ¿Existe alguna explicación científica? (Continuará).
Escrito por Carlos Roque Sánchez croque@supercable.es
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