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domingo, 17 de diciembre de 2006


Ciencia y Cine: Salto a la gloria (II)

Pero he aquí que nuestro superhéroe obliga a Kölliker (Antonio Alfonso Vidal) a mirar por el microscopio, y éste queda impresionado por las imágenes de las neuronas y sus sinapsis. Aquí se produce el punto de inflexión para la ciencia española. El gran pope germano-suizo de la histología, interesado por el trabajo del humilde español. Lo nunca visto.

Sorprendido le pregunta todos los detalles de la investigación: tiempo empleado, número de investigadores dedicados a esta labor, recursos económicos invertidos, etc. La respuesta de Cajal le deja atónito. Lo ha hecho solo, durante diez años y, todo, lo ha pagado de su bolsillo. Aquí, en este momento, es cuando se produjo el auténtico Salto a la Gloria. (La gloria, en verdad, no es otra cosa que un olvido aplazado).

La forja de un genio

Para asistir al mencionado congreso berlinés, Cajal, tuvo que ser animado, casi obligado se diría, por su esposa, familiares y alumnos. No quería ir. Se escudaba en mil pretextos: su falta de retórica, el escaso nivel de su investigación, su poca capacidad expositiva, etc. Algunos lo llaman modestia.

Pero el caso es que fue. Es la parte buena de la cosa. La mala, que su modestia no fue el único escollo que tuvo que superar. Una vez en Berlín, los desagravios se sucedieron unos tras otros. Casi no le dejaron entrar al congreso; le tocó intervenir al final de una interminable jornada, lo que tampoco pudo ser ya que la pospusieron por un concierto. Y cuando, por fin, realizó su exposición, los colegas le ignoraron: uno se puso a jugar a las casitas, otro a mirar por la ventana, otro al reloj, etc. Sorprendente aunque lógico.

No eran más que, previsibles consecuencias para una España ignorada por el resto del mundo. Una España inmersa en un aislamiento internacional, del que no acababa de salir. Una España con un, en este caso, justificado complejo de inferioridad en todos los órdenes, políticos, científicos y tecnológicos. Pero, y esto es lo bueno que tiene la ciencia, las pruebas estaban allí. Y ellas son los únicos jueces. (Nos desdeñamos u odiamos porque no nos comprendemos. Porque no nos tomamos el trabajo de estudiarnos).

Ciencia, Cine y Fotografía

En las preparaciones cajalianas se podían ver, de manera inequívoca, cómo las neuronas son elementos celulares individuales (Teoría Neuronal). Que contactan unos con otros, sí, pero que no se unen formando una red continua (Teoría Reticular), tal y como se pensaba. Una maraña, difícil de desentrañar. Por eso, el mundo científico se rindió al científico español. El único que encontró la clave, al descubrir el “hueco” donde se cocina el pensamiento. Es justo reseñar aquí el importante papel que jugó el método de coloración a base de sales de plata (Ag), utilizado por Cajal pero inventado por el científico italiano C. Golgi, con quien compartió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1906.

Por último, reseñar un acierto cinematográfico. En la película, para cambiar de escena en el tiempo, se utiliza como recurso la fotografía. No sólo es muy adecuado porque, con ella, se ensamblan acontecimientos de la vida de Cajal, cargados de fuertes contrastes, y consiguiendo así una interesante agilidad narrativa. Sino porque el genio era un gran aficionado a la fotografía, y si él hubiese visto la película, a buen seguro que habría sido un detalle de su agrado. (Continuará)

Puede ampliar esta lectura en pág 3 y 6 del periódico Montequinto del Nuevo Siglo, Primera Quincena de Diciembre. http://www.sevillametropolitana.com/publicos/principal.php?periodico=1

Escrito por Carlos Roque Sánchez (croque@supercable.es)

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