Es el título de la película biográfica con la que, supuestamente, se homenajeó al eminente histólogo y Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1906, Santiago Ramón y Cajal. Un film más sobre un superhéroe sólo que, en este caso, éste es real y español. Medicina y Cine. Arte y Ciencia. Humanidades.
Dirigida por León Klimowsky y realizada en 1959, se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián, donde ganó el premio a la mejor película española. Se estrenó, comercialmente, el 11 de febrero de 1960 en el cine Capitol de Madrid. (Al carro de la cultura española le falta la rueda de la Ciencia). Su protagonista, Adolfo Marsillach, recibió el Premio Zulueta como mejor actor. La excelente interpretación y el extraordinario parecido físico con Cajal le marcaron. Años más tarde volvería a interpretar al mismo personaje, en la serie Ramón y Cajal (1980), dirigida por José María Forqué y producida por la televisión pública española (TVE).
Cine y Política
El rodaje, llevado a cabo entre enero y abril de 1959, no se vio exento de dificultades. No eran pocas las diferencias existentes entre los puntos de vista de los guionistas cinematográficos y los censores ministeriales, encargados de su autorización. Éstos pensaban que, el guión, no se adaptaba, exactamente, a las expectativas propagandísticas que el régimen franquista tenía del género biográfico. Por lo que eran más de la opinión de engrandecer la figura del personaje biografiado, aun sacrificando la verdad histórica. Ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. Al final llegaron a un acuerdo.
No obstante, a la película, le negaron la calificación de “Interés Nacional”, por lo que no recibió las importantes subvenciones que tal categoría implicaba. Este tipo de censura cinematográfica, en este caso del régimen franquista, sigue vigente en nuestro cine actual, sólo que ahora lleva otro nombre. Vista hoy, se la puede considerar una buena película, máxime teniendo en cuenta los medios empleados y el momento histórico en que se rodó. A nadie extrañará que la figura de Don Santiago se utilizara con fines propagandísticos, tanto para el consumo interno como para la exportación. O que la enumeración de sus méritos personales, en la entrega del premio Nobel, pareciera más bien la narración de las grandezas de España. En fin. Hoy como ayer. (Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso de nuestra ligereza o ignorancia).
Ciencia y Cine
Por comentar algo de la película, escogeré una escena que es lugar común en estos casos. El archiconocido enfrentamiento académico, de 1889, con el eminente histólogo R. A. von Kölliker, en el Congreso de Anatomía de Berlín. Allí fue invitado Cajal, para exponer sus muestras microscópicas de la estructura del sistema nervioso central. Aquellas en las que mostraba que tal sistema no está formado por una red celular continua, como sostenían la gran mayoría de científicos de la época, Teoría Reticular, sino por unidades celulares independientes, Teoría Neuronal.
Una idea que se consideraba descabellada y que todos ridiculizaban. Bueno, casi todos. Ramón y Cajal supo ver en el tejido nervioso cosas que otros no lograban ver. Y además interpretar lo que veía, de una manera que los demás no entendían. Es lo que tienen los genios. (He aquí una evidencia que también es una norma). (Continuará)
Puede ampliar esta lectura en pág 3 y 6 del periódico Montequinto del Nuevo Siglo, Primera Quincena de Diciembre. http://www.sevillametropolitana.com/publicos/principal.php?periodico=1
Escrito por Carlos Roque Sánchez(croque@supercable.es)
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Dirigida por León Klimowsky y realizada en 1959, se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián, donde ganó el premio a la mejor película española. Se estrenó, comercialmente, el 11 de febrero de 1960 en el cine Capitol de Madrid. (Al carro de la cultura española le falta la rueda de la Ciencia). Su protagonista, Adolfo Marsillach, recibió el Premio Zulueta como mejor actor. La excelente interpretación y el extraordinario parecido físico con Cajal le marcaron. Años más tarde volvería a interpretar al mismo personaje, en la serie Ramón y Cajal (1980), dirigida por José María Forqué y producida por la televisión pública española (TVE).
El rodaje, llevado a cabo entre enero y abril de 1959, no se vio exento de dificultades. No eran pocas las diferencias existentes entre los puntos de vista de los guionistas cinematográficos y los censores ministeriales, encargados de su autorización. Éstos pensaban que, el guión, no se adaptaba, exactamente, a las expectativas propagandísticas que el régimen franquista tenía del género biográfico. Por lo que eran más de la opinión de engrandecer la figura del personaje biografiado, aun sacrificando la verdad histórica. Ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. Al final llegaron a un acuerdo.
No obstante, a la película, le negaron la calificación de “Interés Nacional”, por lo que no recibió las importantes subvenciones que tal categoría implicaba. Este tipo de censura cinematográfica, en este caso del régimen franquista, sigue vigente en nuestro cine actual, sólo que ahora lleva otro nombre. Vista hoy, se la puede considerar una buena película, máxime teniendo en cuenta los medios empleados y el momento histórico en que se rodó. A nadie extrañará que la figura de Don Santiago se utilizara con fines propagandísticos, tanto para el consumo interno como para la exportación. O que la enumeración de sus méritos personales, en la entrega del premio Nobel, pareciera más bien la narración de las grandezas de España. En fin. Hoy como ayer. (Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso de nuestra ligereza o ignorancia).
Por comentar algo de la película, escogeré una escena que es lugar común en estos casos. El archiconocido enfrentamiento académico, de 1889, con el eminente histólogo R. A. von Kölliker, en el Congreso de Anatomía de Berlín. Allí fue invitado Cajal, para exponer sus muestras microscópicas de la estructura del sistema nervioso central. Aquellas en las que mostraba que tal sistema no está formado por una red celular continua, como sostenían la gran mayoría de científicos de la época, Teoría Reticular, sino por unidades celulares independientes, Teoría Neuronal.
Una idea que se consideraba descabellada y que todos ridiculizaban. Bueno, casi todos. Ramón y Cajal supo ver en el tejido nervioso cosas que otros no lograban ver. Y además interpretar lo que veía, de una manera que los demás no entendían. Es lo que tienen los genios. (He aquí una evidencia que también es una norma). (Continuará)
Puede ampliar esta lectura en pág 3 y 6 del periódico Montequinto del Nuevo Siglo, Primera Quincena de Diciembre. http://www.sevillametropolitana.com/publicos/principal.php?periodico=1
Escrito por Carlos Roque Sánchez(croque@supercable.es)
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