Desde que vi su primera película, “Agente 007 contra el Dr. No”, es mi héroe favorito en el cine. No me faltan motivos. Disfruto con las proezas de este agente cínico y seductor, aunque haya cambiado de cara ya en seis ocasiones. Siempre son certeros sus tiros con armas de fuego, incluida la vieja Beretta 25 automática con la que realiza su disparo más famoso; el de los títulos de créditos que aparece en todas sus películas. Sus “gadgets”, esos prodigios de creatividad que el inolvidable Q, auténtico profesor Franz de Copenhague anglosajón, inventa y fabrica para él, son espectaculares.
También, cómo no, su magnífico gusto por las mujeres (“Oh, James”); sus cualidades personales (individualista, hábil en el juego, fuerte, políglota, frío); sus refinamientos varios (cigarrillos Morlands, sastrería de Saville Row, caviar beluga, etc); su saber estar en todo momento y lugar; sus vehículos (desde el Aston Martín al Audi, pasando por BMW y Lotus); sus frases: “Dígame señorita Trench (Ursula Andress), ¿practica usted otros deportes? Y por supuesto su famosa melodía (tin tararan tan tantantan tin). Fantástica.
Un último alegato. Es sorprendente que la saga bondiana perdure aún. Ha logrado sobrevivir a la caída del muro de Berlín, las modas cinematográficas, el envejecimiento de sus actores, la irrupción de nuevos espías. A prácticamente todo. Nada ha podido con este agente con licencia para matar, que tiene muy claro quién es el malo de la película, y lo que debe hacer con él. Un malhechor que sólo desea poder y dinero, y que no necesita de filiación política ni religiosa. Para qué. Y eso, el agente 007, lo sabe a pesar del tiempo pasado. Y es que 44 años, para usted, no son nada señor Bond.
Casino Royale
Es el título de la última entrega cinematográfica, a pesar de estar basada en la primera novela (1953) que se escribió de la saga. Problemas con los derechos de autor han impedido, en todos estos años, filmarla. Bueno, en realidad, la novela ya fue llevada a la pantalla en 1967. Eso sí, en una versión no oficial. Se tituló Casino Royale es demasiado para un solo Bond. Una delirante versión en clave de parodia. Recomendable.
La que se acaba de estrenar es totalmente diferente. Es Bond en estado puro. Trasladada a los tiempos actuales, nos cuenta los orígenes del personaje. De cómo James se convierte en un doble cero, 007. Todo un reto si tenemos en cuenta los tiempos que corren y cómo está el mundo. Con unos malvados que no siempre se distinguen de los buenos y que, además, ya no desean poseer el mundo. Se conforman con un 11 S, los muy malditos. Ya no hay pillos como los de antes.
Del actor encargado de interpretarlo dicen que es demasiado. Demasiado bajo, demasiado tosco, demasiado rubio, demasiado corpulento, demasiado lo que sea. Ya me contarán si van a verla. Yo, por supuesto que iré al estreno con mi familia, como he hecho con las anteriores. Y la volveremos a ver en casa como a las otras. Es que es mi (nuestro) héroe, qué quieren. James Bond, un personaje que pertenece a esa lista de gente famosa que nunca existió y que, sin embargo, vive. Qué cosa.
Un último detalle, ¿por qué pide el martini de vodka sin aceituna, agitado no revuelto?
Escrito por Carlos Roque Sánchez(croque@supercable.es)
También, cómo no, su magnífico gusto por las mujeres (“Oh, James”); sus cualidades personales (individualista, hábil en el juego, fuerte, políglota, frío); sus refinamientos varios (cigarrillos Morlands, sastrería de Saville Row, caviar beluga, etc); su saber estar en todo momento y lugar; sus vehículos (desde el Aston Martín al Audi, pasando por BMW y Lotus); sus frases: “Dígame señorita Trench (Ursula Andress), ¿practica usted otros deportes? Y por supuesto su famosa melodía (tin tararan tan tantantan tin). Fantástica.
Un último alegato. Es sorprendente que la saga bondiana perdure aún. Ha logrado sobrevivir a la caída del muro de Berlín, las modas cinematográficas, el envejecimiento de sus actores, la irrupción de nuevos espías. A prácticamente todo. Nada ha podido con este agente con licencia para matar, que tiene muy claro quién es el malo de la película, y lo que debe hacer con él. Un malhechor que sólo desea poder y dinero, y que no necesita de filiación política ni religiosa. Para qué. Y eso, el agente 007, lo sabe a pesar del tiempo pasado. Y es que 44 años, para usted, no son nada señor Bond.
Es el título de la última entrega cinematográfica, a pesar de estar basada en la primera novela (1953) que se escribió de la saga. Problemas con los derechos de autor han impedido, en todos estos años, filmarla. Bueno, en realidad, la novela ya fue llevada a la pantalla en 1967. Eso sí, en una versión no oficial. Se tituló Casino Royale es demasiado para un solo Bond. Una delirante versión en clave de parodia. Recomendable.
La que se acaba de estrenar es totalmente diferente. Es Bond en estado puro. Trasladada a los tiempos actuales, nos cuenta los orígenes del personaje. De cómo James se convierte en un doble cero, 007. Todo un reto si tenemos en cuenta los tiempos que corren y cómo está el mundo. Con unos malvados que no siempre se distinguen de los buenos y que, además, ya no desean poseer el mundo. Se conforman con un 11 S, los muy malditos. Ya no hay pillos como los de antes.
Del actor encargado de interpretarlo dicen que es demasiado. Demasiado bajo, demasiado tosco, demasiado rubio, demasiado corpulento, demasiado lo que sea. Ya me contarán si van a verla. Yo, por supuesto que iré al estreno con mi familia, como he hecho con las anteriores. Y la volveremos a ver en casa como a las otras. Es que es mi (nuestro) héroe, qué quieren. James Bond, un personaje que pertenece a esa lista de gente famosa que nunca existió y que, sin embargo, vive. Qué cosa.
Un último detalle, ¿por qué pide el martini de vodka sin aceituna, agitado no revuelto?
Escrito por Carlos Roque Sánchez(croque@supercable.es)
0 comentarios en Ciencia y Cine: Mi nombre es Bond, James Bond:
Publicar un comentario