Se trata de un material ficticio, que representa el talón de Aquiles de nuestro superhéroe. Desde el principio, sus “padres literarios” tuvieron claro que los poderes no podían ser ilimitados. Si no, qué iban a hacer los malhechores frente a él. Nada. No habría uno que le durara más de dos viñetas, menos una aventura y, menos aún, una saga aventurera de casi cincuenta años ya. Por eso se inventaron la kriptonita.
Lo que no llegaron a tener claro es si, desde el punto de vista científico, se trata de un mineral, un compuesto químico o una sustancia simple (que no son lo mismo, aunque parezcan igual). O, al menos, si lo tuvieron claro, no se han dignado aclararlo en todo este tiempo. Por lo que lo desconocemos. Lo que sí sabemos es que procede de la explosión del planeta Kryptón y que tiene unas peligrosas propiedades radiactivas. Son sus radiaciones, precisamente, lo único a lo que Superman es vulnerable, pudiendo incluso llegar a matarlo, si el tiempo de exposición era lo suficientemente largo. Precaución.
Conviene resaltar que esta radiactividad, en contra del parecer general, no es selectiva. No afecta sólo al superhéroe. Todos los kriptonianos y, también, los terrícolas sufren sus perjudiciales efectos. Lex Luthor perdió su mano (la derecha, creo recordar) por los efectos de la radiactividad que generaba un anillo que llevaba puesto, qué paradoja, para mantener alejado a Superman. Bueno, poco más que decir de ella, salvo que he contabilizado hasta diez (10) tipos de kriptonitas diferentes, por su color y efectos. Desde la verde, la más común, hasta la carmesí, pasando por la roja, la lenta, la dorada, la sinética, la azul, la plateada, etc.
También se encontró como uno de los productos de las reacciones de fisión nuclear del uranio, U (s), que se realizaron a partir de los años treinta del siglo pasado, en plena Era Nuclear (véase CyC: “¿Quién mató a John Wayne, I y II”). Este redescubrimiento científico de la sustancia, junto a su exótico nombre, pudo ser la causa de que los creadores del superhéroe se fijaran en él, para dar nombre al planeta de Kal-El y a su radiactivo material.
Pero en realidad, y a efectos prácticos, la sustancia kriptón es un gas inerte que tiene múltiples y beneficiosas aplicaciones: está en el interior de nuestras lámparas fluorescentes; forma parte de los sistemas de iluminación de los aeropuertos, por su elevado alcance; se emplea en las lámparas incandescentes de los proyectores de cine; el láser de Kr se usa en medicina para cirugía de la retina del ojo, etc. Como ven, nada que ver con la maldita kriptonita. De la realidad a la fantasía. (Continuará)
Escrito por Carlos Roque Sánchez(croque@supercable.es)
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