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domingo, 1 de abril de 2007


Ciencia y Cine: Hollywoodland (I)

A medio camino entre el misterio y el thriller, la ficción de la película trata sobre la resolución policial de un sucedido real. La muerte del actor George Reeves, que interpretó al primer Superman televisivo, allá por los años 50. Un análisis de los problemas que suscitan la fama pública y la identidad privada en los actores. Un trágico e intrincado argumento en el que se mezclan el poder de los estudios cinematográficos, la ambición personal de sus magnates, el deseo de actrices y actores de convertirse en estrellas y, claro, la lascivia de todos. En definitiva, Hollywood en estado puro.

George Reeves, Superman

Si bien las aventuras de El Hombre de Acero ya eran conocidas del público estadounidense, a través de la radio (de 1940 a 1951) y el cine (17 cortometrajes animados y dos seriales), no fue hasta la aparición de la televisión, cuando el superhéroe caló de forma masiva en el público. Desde que se empezó a emitir la serie Adventures of Superman, en septiembre de 1952, el éxito fue inmediato.

En lo público, Superman, el superhéroe, triunfó. Todo eran luces. Se convirtió en una cita obligada para millones de niños y catapultó a su protagonista, George Reeves, a la categoría de estrella. Los focos hollywoodenses le iluminaban. Hasta la emisión del último capítulo, en abril de 1958, llegó a grabar 104. Un número considerable que se convierte en espectacular, si tenemos en cuenta que hay que sumarle los episodios anteriores que, de manera simultánea, la cadena “ABC” reponía diariamente. Un factor que atraía a nuevos telespectadores, encantados de ver las hazañas del lumínico superhéroe Superman, por un lado, y las patosidades de su “alter ego”, el periodista Clark Kent, por otro. Superman, un icono de “la verdad, la justicia y el estilo de vida americano”. En fin, ya saben del infantilismo estadounidense.

George Reeves, actor

Pero para el actor, no todo eran luces. Muy pronto aparecieron los claroscuros profesionales. Por ejemplo, el contrato televisivo le impedía aceptar otro papel mientras la teleserie estuviese en antena. Un condicionante temporal que ralentizó su carrera como actor. Y eso no fue lo peor. El público cinematográfico no aceptó verle en otro papel, que no fuera el de Superman. Lo que terminó por encasillarlo. Una circunstancia que, la mayoría de las veces, acaba siendo un freno definitivo para un actor. Que fue lo que pasó en nuestro caso. El luminoso éxito como superhéroe se terminó convirtiendo en una oscura condena interpretativa.

Tan oscura que, ya en lo personal, pronto se transformó en penumbras. Entre otras tenía prohibido fumar en público, para no empañar la imagen del superhéroe. Cualquier fumador sabe lo que eso significa. Irritante. Ni ser visto con ninguna de sus novias (los fans pensaban que la única mujer en su vida era Lois Lane). Inhumano. Es más, a veces, cuando iba por la calle, los niños trataban de pegarle patadas en la espinilla para ver si realmente era invulnerable. Humillante. Y así un largo etcétera de prohibiciones e indignidades. Claroscuros personales.


George Reeves, personaje público

Para el personaje público, tampoco eran buenos tiempos. Al no ser contratado para ningún otro papel, su fama como actor disminuyó y con ella su autoestima como hombre. En cierta ocasión sufrió un accidente de coche y, debido a la fuerte conmoción, se desmayó del susto. Una reacción humana, pero no supermánica. Así lo quisieron entender los titulares de los periódicos que se cebaron con él: “Superman se desmaya a la vista de su propia sangre”. Deber informativo y periodismo canalla. Un peligroso binomio. De siempre, la prensa del corazón ha existido. Lo cierto es que con el tiempo, el público no sólo lo ignoró sino que lo denigró. Como es el que paga, puede. Eso dicen, al menos. Aunque todo tiene un límite.

Una noche, en plena calle, fue abordado por un individuo que le apuntó con una pistola. Estaba decidido a pegarle un tiro, para ver si la bala rebotaba. Quería saber si era de verdad Superman. Por suerte, George le convenció de que lo era. Pero que no debía disparar pues la bala, al rebotar sobre él, podría herir a cualquiera. Así se libró de una muerte segura. Pero no de caer en una profunda depresión. Le hundieron la frustración y la tristeza. No se conformaba con ser, sólo, Superman. Qué ironía. El personaje no se sentía valorado. Le diagnosticaron trastorno mental y pasó por dos intentos de suicidio. (Continuará)

Escrito por Carlos Roque Sánchez croque@supercable.es

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1 comentarios en Ciencia y Cine: Hollywoodland (I):

Dorodevil dijo...

Me alegra que distingas que era el primer Superman... televisivo. Se nota que sabes de que hablas. Cuando estrenaron la peli con Ben Affleck, todos los emdios la publicitaban como al historia del "primer actor que hizo de Superman". Recuerdo particularmente un artículo de Boris Izaguirre en el Fotogramas que era de pena por lo indocumentado...

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